Fatigado Viajero: No sigas tu camino
sin antes ver las sombras que habitan esta casa.
Aquí duermen los hitos que alcanzaron el destino
y escribieron la historia vertical de una raza.
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Noventa años de lucha detuvieron su sangre
a la orilla reblede de su bíblica barda.
Quienes le conocieron, juran que ya en la tarde
el abuelo era un bronce debajo de una ruana.
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El corazón del viejo era un reto a la vida
nunca esperó el futuri. Fue un yunque de esperanzas.
Por eso, cuando el pulso se le apagó, tenía
ya lista la mulera para el viaje del alma.
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Empecemos la historia por el crucifijo:
Perteneció a la abuela, una mujer tan santa
que con igual paciencia y el mismo hilo
remendaba las penas y su ropita blanca.
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Perteneció a la abuela, una mujer tan santa
que con igual paciencia y el mismo hilo
remendaba las penas y su ropita blanca.
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Por: Jorge Robledo Ortiz
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